sábado, 7 de agosto de 2010

Ni arbol, ni hijo, ni libro. (Rumba, samba, mambo)

Dicen que no hay que morirse sin plantar un arbol, tener un hijo, y escribir un libro.

En primer lugar, yo no estoy seguro de nada. Y en segundo lugar, tampoco estoy seguro que ese sea el orden correcto de los factores del dicho (no alteran el producto, no jodan). Queda asi entonces. Arbol, hijo, libro. Vamos.

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No hace falta conocerme mucho ni ser muy perspicaz para darse cuenta que nunca plante un arbol ni podria haberlo hecho. Lo mas cercano, y claro que poco original, fue la doblemente maltrecha, y por ende putrefacta, germinacion del poroto en la primaria. Creo recordar que tanto en tercero como en quinto grado mi intencion de que salga algun tallo de los porotos ubicados entre el tarro de jelmans y el papel secante, quedo trunca (reconozco que mi intencion de que saliera bien no era muy grande que digamos). Lo unico que crecia ahi adentro no era mas (ni menos) que un nauseabundo aroma. Una baranda de esas jodidas, que te hacen cerrar la garganta y lagrimear un poco bastante. En fin, de algun modo termine la primaria sin que me germinara el poroto. Asi esta el sistema educativo argentino.

No creo que vaya a plantar un arbol en el futuro tampoco. Puede llegar a salir un alien vegetal y asesino.

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Lo mas cercano a tener un hijo, fue tener un susto. Uno de esos sustos donde el tiempo es eterno, la imaginacion infinita, y la memoria traicionera.
El tiempo es eterno porque los pises -del verbo "mear"- mas largos de la historia son los que se vierten en los tests de embarazo (en segundo lugar estan los de la borrachera de fernet, pero esa es otra historia). La demora de la dama desde que entra al baño hasta que sale con cara de poker, no es temporalmente cuantificable.
La imaginacion es infinita porque hasta que me confirmaron que era negativo, la cabeza de arriba volaba (y simultaneamente queria volarme la cabeza de abajo). Sacaba cuentas y hacia numeros que claro, no cerraban. Me veia cambiando pañales entrañablemente sucios. Diciendo "noni noni noni" al pretender que alguien se durmiera. Escuchando primeras palabras y asisitiendo a primeros dias de colegio que no eran mios, eran de mi descendencia no concebida. Demasiados pensamientos tan futuros como improbables, habitando solo en mi imaginacion vertiginosa.
Y la memoria es traicionera porque no tenia recuerdo alguno de si la cajita de condones (sic) decia que eran 100% confiables, o 99% (y ese 1% podria ser el unico y gran culpable!). Buscaba mental e inutilmente en el trimestre anterior alguna metida de pata (reemplace el lector de acuerdo a su criterio, la palabra "pata" por alguna parte de la anatomia masculina que tambien empiece con "P" y que de igual modo, sea plausible de ser metida) sin proteccion. Incluso la memoria era tan traicionera que, por esos momentos, hasta dudaba de si ya habia perdido la virginidad o no. Cabe destacar, que tambien en estas circunstancias, tenia la garganta cerrada y lagrimee un poco bastante.

Años pasaron de aquel susto. Ya soy un joven adulto (o un adulto joven, como prefieran), y no tuve ningun hijo (o al menos no estoy debidamente notificado).

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A mi entender, para escribir un libro hay que tener talento, hay que saber contar una historia. Y asi como lo saben ustedes lo se yo, carezco de ambos atributos. Asi que de vez en cuando, escribo algunas pavadas como estas. Por suerte no se publican en libros, sino aca donde lo estan leyendo, que es bastante gratis (la banda ancha la pagan igual, hayan leido esto o no). Pero hay gente (poca y sin juicio), a la que no voy mencionar por su propia seguridad fisica, que me pide/sugiere que escriba. Para ellos, y para ustedes (que a esta altura tienen la garaganta cerrada por el aburrimiento y debieran estar lagrimeando un poco bastante lamentando el tiempo perdido) van dedicadas estas palabras.

El libro (o mas cronologicamente adecuado, ebook) se los seguire debiendo hasta alguna oportuna y talentosa reencarnacion.

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Albergo una muy cierta probabilidad de morirme sin arbol, ni hijo, ni libro. Es lo que hay.