lunes, 7 de marzo de 2011

La osadia del imbecil.

Cuando las nubes ya no estaban en el cielo, sino sobre su cabeza, se dio cuenta de que el clima estaba pesado. La tormenta se hacia rogar y su espalda era una catarata de sudor. El calor no lo dejaba pensar del todo bien y sus malas experiencias tomando las riendas no eran de gran ayuda. La indecision de si tenia que hacer lo que queria, lo que debia, o cualquier otra cosa, le hacia doler el cuerpo y el alma, aunque no estaba seguro tampoco de si lo que sentia era dolor, tambien podia ser miedo. Quiso dormir para olvidar; pero los insectos, enormes y desconocidos, vagaban adentro y afuera de su cabeza y le recordaban todo el tiempo que estaba despierto y que eran su unica compañia. El aire le quemaba los pulmones y la respiracion no era mas que quejidos sin ritmo.

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El viejo, elegante y sonriente, entro sin pedir permiso ni anunciarse. Teniendo cuidado de no hacer ruido, se llevo lo que le correspondia. El pacto debia cumplirse. Habia llegado la hora de sacarlo de esa antesala mortal. De hacerle cumplir su destino, ese destino que habian acordado, y firmado con sangre, tanto tiempo atras.

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Quiso tomar conciencia de lo que pasaba, pero ningun sentido le era propio. La tortura de saber que el amor de alguna mujer le habia costado el descanso eterno y que el infierno era su inevitable futuro, hizo que se diera cuenta que lo que habia sido ya no iba a ser jamas. Quiso llorar y no pudo.Y aunque ya ni se acordaba de como era ella, debio permanecer por siempre inmovil, sufriendo, por el resto de los dias y sin ningun tipo de desahogo, la pena de saber que ya no iba poder abrazarla nunca mas.

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